12 de Febrero de 2018
Después de un año en la Escuela de Inducción Artística por fin entré al Colegio de Bellas Artes. Hace un par de años no me lo hubiera imaginado. Nuestro pueblo está entre dos grandes ciudades y conforme entre ellas fueron mas cortos los caminos nuestro pueblo empezó a morirse, nuestras ciénagas se secaron más o menos al mismo tiempo y perdimos muchas tierras de cultivo, ganado y caza; la esperanza secó al mismo ritmo. Ya uno no se podía pasear por nuestro pueblo sin ver las tiendas, mercerías, fondas y taquerías cerrar. Sin ver a los vecinos irse a una de las dos ciudades. Fuimos necios los que nos quedamos pero este es nuestro pueblo, el único que tenemos.
Y de un día para otro nos dan la noticia… van a abrir una Unidad, o cómo acá le decimos sucursal, de la Universidad de la Gran Ciudad, algo que se veía tan lejano que ni verlo pudimos. Abrieron unos talleres de artes en una hacienda que se caía a pedazos y no por eso dejaba de ser el edificio más bello del pueblo. Jamás supimos si tenía dueño o no… pero aún así todos considerábamos que el dueño se enojaría si aún el más pequeño de nosotros entraba. Empezaron los talleres al publico general, o mejor dicho: a quien se quisiera aventar a venir hasta acá, venían muchos chavos de la tele secundaría y la pequeña prepa a la que asistía.
Ahí conocí a una maestra o “doctora”, como se dicen hacer llamar, que no curaba enfermos pero tomaba unas fotos chulas chulas. Ella nos hablaba de un tal Paul Jackson Pollock que pintaba mientras bailaba, o algo así entendí. Nos pusimos a hacer cerámica y a pintarla como ese señor. Estaba retehermoso todo lo que hicimos con nuestro esfuerzo y hubo quien ponía su radio para entrar en ambiente y hacer a Pollock propio en cada tazón.
Y hoy estoy aquí en el primer día de clases de la licenciatura en Bellas Artes. Para mala suerte mía a los pocos días nuestro salón se hizo refeo… estábamos los de la prepa y los que se auto nombraban “foráneos”. Aunque yo siempre quise que ambos vieran que entre ellos y nosotros no había más diferencia que esto y lo otro.
Entre los “foráneos” hay una chamaca que resalta a mi gusto entre las demás, los que llaman Jipser Vintach. Su piel es blanca, blanca como el nevado, como si nunca hubiera salido a jugar, de quijada afilada que se abre en unos hermosos labios botón de rosa y su cabello es medio claro y medio oscuro; es medio chaparrita, como mi hermana Anita de 9 añitos. No sólo en eso se parecen, ambas son muy berrinchudas. En serio que me gustan sus labios, me gustan tanto así como les tengo miedo. Aún no entiendo como de algo tan hermoso y pequeño pueden salir palabras tan castrosas. Nosotros tenemos claro que ella no nos quiere.
Uno es curioso y me llama la atención que sea tan honesta… y que esté tan encabronada. Aún así nunca había conocido a alguien tan impertinente, por lo general en el pueblo a las muchachas cuando empiezan su vida social les enseñan a ser tímidas y coquetas; esta chamaca ni es tímida ni coqueta, pero yo tampoco. A las dos semanas de empezado el semestre decidí presentármele e irme directo a los chingadazos. Cosa que en el pueblo es muy mal vista que haga alguien tan joven, incluso entre los propios chavos. Mi madre me jalaría de las orejas si se enterará.
-¡Hola tú! soy (…) y estoy muy contento de tenerte como compañera de grupo en Bellas Artes… -no pude continuar ya que sonó un ruido muy molesto y agudo saliendo de sus labios.
-No soy tú, En primera, mi nombre es (…) y me sorprende que te presente tan descaradamente frente mi sin saberte mi nombre. Segundo, Estudio arte comercial y en el plan de estudios dice que la carrera es de comunicación, no Bellas Artes, no importa que esta sea una escuela de Bellas Artes, ni que todos los docente sean artistas, el arte es para tontos. -esto último lo dijo en un tono tan odioso como sólo lo veo en las novelas baratas de Televisa, y continuo por cinco minutos, quejándose como siempre, pero con particular animo de molestar. Tuve que actuar, jamás había estado tan nervioso desde que me declaré a mi segunda novia.
-¿Te parece si vamos a las tortas, hoy mismo, después de clases y me sigues contando?- Le dije mientras me sudaban las manos…
¡Oiga señor lector, no me juzgue! Tal vez, sea de origen humilde y no sepa hablarle bien mediante las letras, pero lo que sí sé es como hablarle a una mujer.
-Siempre es lindo salir con un hombre alto, bronceado y hasta eso no eres feo (…), gracias por tu interés en mi, así que acepto -Dijo con la falsa humildad de una villana de telenovela.
¡La tarde fue un desastre del tamaño de las ciénagas antes de secarse!
Todo empezó gracias a sus estupidos tenis marca “La hija del dinero”, para ser precisos en el momento que se le rasparon. Empezó a gritarme, como siempre, que ella va a cambiar al pueblo, empezando por exigir al municipio y la universidad que pavimenten las calles ¡Qué cómo no piensan que se le acaban sus carísimos tenis! Lo que ella ignora es que el pueblo es muy pobre y el poco dinero de los impuestos se va en medio mantener a la policía, la pequeña clínica y el viejo orfanato.
Después llegamos a las tortas de Don Pipis y por poco se vomita al verme pedir una torta de doble milanesa. Ella es una cosa rara que se hace llamar “vegano orgánico natural sin gluten” o sea, que odia a la gente come y consume animal y sus derivados… cosa que no sólo me dijo a mí si no que hizo un pancho frente a todos en la ultima tortería de nuestro pueblo, frente a muchos amigos de la prepa que ahora están criando a las pocas vacas que esta tierra cada día mas árida puede mantener.
La dejé en casa de de los “foraneos”.
-Me siento mal de que haya salido mal la tardeada, no es mi culpa pero de todos modos te ofrezco disculpas, nunca me había pasado con otras chicas -Continué.
-Tus disculpas son lamentos tan patéticos como tú, un hombre desesperado por mi…
¡Ni tu, ni nadie me merece!, ¡Tu maldito “pueblito amado” es una mierda!, ¡Los odio a todos ustedes y sus malditas costumbres del pasado!
¡Viven como salvajes comiendo carne y comida grasosa en instrumentos que no asean!
¡No tienen un cafesito bonito, chicos guapos y con sillitas para oír música!
¡Sólo a señoras viejas y gordas vendiendo asqueroso café de olla!
¡Para colmo no hay donde sentarse por que la madera de sus bancas esta podrida!
¡Tampoco hay música buena que escuchar, sólo sus horribles bandas y sonideros que torturan mi horario de sueño!
¡Su mercado no es orgánico, ni natural, no tienen certificados de Fair Trade o Kosher!
¡Pensé que este sería un pueblo como el de John Green, no como uno de Juan Rulfo!
¡Se rompen mis tenis, hijos de puta!
¡No los quiero, no los quiero, no los quiero!
Bien lo dijo, ella no nos quiere.